domingo, 14 de octubre de 2012

Hablemos de pymes, nuestro objetivo!!

Emprender en tiempos de crisis Por: Emilio Ontiveros | 12 de octubre de 2012 (transcripción literal de su blog) Sin empresas no hay prosperidad. La regeneración del censo empresarial de una economía, la intensidad de su tasa de natalidad, es una de las condiciones necesarias para garantizar el crecimiento potencial. Es necesario que nazcan más empresas de las que mueren y, desde luego, es importante que entre las causas de la mortandad no haya otras que la ineficiencia o incapacidad para adaptarse a las nuevas exigencias competitivas. No es bueno, por ejemplo, que mueran empresas solo por asfixia financiera, o que no lleguen a nacer: empresas que en condiciones normales de funcionamiento del sistema financiero serían viables. Más allá de los destrozos explícitos en los indicadores macroeconómicos convencionales, la actual crisis está afectando de forma particularmente intensa a la demografía empresarial en diversos ámbitos muy relevantes, y muy comprometedores del futuro de la economía española. Algunos de esos aspectos han sido analizados en un trabajo reciente que el área de Economía Aplicada de Afi ha elaborado para la Fundación Mapfre (*). Algunas de sus principales conclusiones se sintetizan a continuación: 1) El censo empresarial español sigue caracterizado por empresas de muy reducida dimensión. Más de las tres cuartas partes de las empresas vivas disponen de menos de dos trabajadores. En realidad, la mayoría son empresas sin asalariados. Ese dominio de las microempresas, de los autoempleados en muchos casos, no favorece precisamente el fortalecimiento de la capacidad competitiva: no permite la disposición de la organización y de las capacidades mínimas para competir en un entorno global. La pregunta es inmediata: ¿Qué pueden hacer 3,1 millones de empresas (de los 3,2 millones censados en 2012) con menos de diez trabajadores? No es fácil que puedan existir sistemas de gestión que aborden funciones básicas hoy en día como las vinculadas a la innovación o a la internacionalización. 2) La mortalidad empresarial es elevada. Desde el inicio de la crisis mueren más empresas de las que nacen. El resultado, como es lógico, es que hoy existen menos empresas que en 2007. Y la cuestión es si las que han muerto han sido todas ellas por razones de ineficiencia o falta de adaptación al entorno. En realidad, la tasa de supervivencia correspondiente a los primeros años de vida de la empresa ha disminuido de forma creciente a medida que la crisis se extendía. Las nacidas durante la crisis resisten menos años. Como era de esperar, dentro de las defunciones o, de aquellas en procesos concursales, destacan las empresas pertenecientes al sector de la construcción residencial e inmobiliario. Lo anterior no es contradictorio con el hecho de que algunos índices de actividad emprendedora estén repuntando. La cuestión es que no lo hacen con intensidad suficiente y, en todo caso, en ellos se ampara una elevada proporción de autoempleo: algunos desempleados tratan de hacer de la necesidad virtud, creando sus propias empresas. Ello ayuda entender las deficiencias organizativas, e incluso de cualificación mínima, de un número significativo de nuevos empresarios. 3) El entorno sigue siendo poco cómplice de la natalidad empresarial. La posición de España en el ranking “Doing Business” no ha avanzado mucho. El número de trámites y el tiempo necesario para crear una empresa siguen siendo excesivos. En 2012 seguimos en la posición 44 del ranking global de 184 países. En la relativamente baja tasa de natalidad sigue influyendo de forma decisiva la ausencia de mecanismos de financiación adecuados. El capital riesgo en nuestro país no está precisamente más volcado en las modalidades que tienden a financiar el “capital semilla”, sino en el desarrollo de proyectos ya existentes. La bancarización de nuestro sistema financiero no ha sido en este aspecto favorecedora de la natalidad empresarial, especialmente en sectores de cierto riesgo, que a la postre son los generadores de mayor crecimiento. Tampoco disponen de un gran desarrollo figuras como los “business angels”, claramente favorecedores no solo de la financiación de los recién nacidos, sino de su tutela y apoyo técnico en muchos casos. 4) Terciarización creciente. La ubicación sectorial del censo empresarial sigue desplazándose hacia el sector servicios. Nacen más empresas en este sector y la mayoría de las que mueren pertenecen a la industria. Ese ascenso de los servicios no es necesariamente un rasgo adverso, siempre que la composición de la oferta señale avances hacia aquellos más intensivos en valor añadido, más cercanos a la economía del conocimiento, a la utilización trasversal de las tecnologías de la información en todos los sectores. En el afianzamiento, en suma, de la modernización de la economía. Esta última debería ser, en última instancia, la guía fundamental en la gestión de la salida de la crisis. Tenemos claro que el crecimiento en los próximos años será mucho menor que el que presidió la década que concluyó en 2007, pero no debemos renunciar a que sea mejor.

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